Los ojos de Eugenio Aguiar
Por Josefa Molina
Hay ojos que observan, ojos que sólo miran, ojos que además transmiten, ojos que siempre mienten y ojos que son incapaces de mentir. Todos ellos tienen su particular forma de hacerse visibles en los rostros de las personas o en las láminas de un dibujo. Todos ellos expresan, entusiasman, cohíben, alegran, cuestionan, incomodan y hasta pueden originar pavor.
Eugenio Aguiar (Guía, 1956) tiene una singular forma de mirar al mundo que se transmite a través de los ojos de sus retratos. Una no sabe si quien observa desde el otro lado del dibujo es el propio artista o es la simple representación de la persona o personaje retratado. Y es que las ilustraciones del artista van más allá de la tinta china, discurren mucho más allá de la plumilla que traza y genera vida sobre papel. Hablamos de eso precisamente: de engendrar vida desde la nada, de otorgar el aliento necesario a través de una mirada que nuestro artista tan realistamente sabe recrear a partir de una fotografía o crear, a partir de su propia imaginación.
Cuando comenzó mi relación de amistad con Aguiar, lo primero que me sorprendió fue esa capacidad innata de ‘fotografiar’ fielmente las miradas de los personajes de sus retratos para volcarlos sobre el papel con su plumilla. Es casi como si el personaje te increpara, te cuestionara, te hablara desde su estructura creada a base de trazos negros sobre la lámina blanca. ¿O será tal vez el propio Aguiar quien cuestione a través de sus retratos?
De esa sorpresa inicial, posteriormente ratificada desde que pude ser testigo directo y en primera persona de sus diversos trabajos a tinta china tanto de retratos como de edificios y paisajes arquitectónicos, surgió la colaboración que fraguó en el libro de relatos Gris oscuro tirando a negro (Mercurio Editorial, 2023) en el que Aguiar amablemente se ha prestado a participar ilustrando doce de los 32 relatos que conforman esta obra literaria.
Cuando Geño, como le llamo desde la amistad y el respeto que me profesa, me iba mostrando los dibujos inspirados en los relatos, quedé impactada con cada uno de ellos, pero muy especialmente con el que ilustra el texto titulado ‘Modesto, un hombre tranquilo’. Y tanto fue el impacto que es el retrato que terminó ilustrando la portada del libro.
Y digo quedé impactada con esta ilustración porque en ella, Aguiar no sólo logró captar la esencia exacta de la historia de ficción que narro en este relato, sino que consiguió ir
mucho más allá atrapando, a través de su plumilla, la magia misma del alma del personaje. Geño supo bucear en la psique del personaje y diseñar para él, un rostro frío y calculador que, desde ese mismo instante y para siempre, caracterizará al personaje Modesto. Para ello, sólo le bastó con dibujar la mirada, con plasmar sobre el papel unos ojos retadores y desafiantes, en una forma de mirar que resulta cautivadora, desde luego, pero, sobre todo, incómoda y muy perturbadora.
Dicen que detrás de una mirada se esconde un sinfin de sentimientos silenciados. Desde aquí les invito a que indaguen un poco más en las obras de Eugenio Aguiar y busquen en las láminas de este doctor en Derecho que ha ejercido como dibujante de campo en excavaciones arqueológicas organizadas por la Universidad Complutense de Madrid, todo lo que tiene que contar. Que no es poco.
Así que entren en su página web: https://eugenioaguiar.com/ y déjense cautivar. Les va a sorprender.